jueves, 27 de noviembre de 2014

38. Extraña tensión con la danesa.



Es como la rubia de Match Point, la película de Woody Allen. (Hay una escena emblemática en la cual la pelotita de tenis pega en el borde de la red y ésta se debate entre quedarse o pasar para caer del otro lado.)
Desde que la vi el primer día, siento una enorme curiosidad; hay algo extraño que me despierta fascinación. Es como que no me cierra su belleza, su juventud, su cuasi perfección. Mucho menos me cierra a quién eligió para el matrimonio.
Espío desde la sala grande. Ella y su asistenta están trabajando cada una en su box. Me asomo, disimulo mi presencia, hago más accidental mi saludo y tengo la impresión de que ella se da cuenta a la legua; levanta la mirada adivinando que yo soy yo y me sonríe. Pero me sonríe con muchas ganas, unas ganas que me confunden.
Esto, además de extraño, es peligroso. (Esto, además de confuso, es estúpido, porque me manda en cana con el jefe.) Ella es quien es en la realidad: es la esposa del jefe. Pero hay algo más que no me cierra. No me extrañaría que fuera la hija del inspector y que sólo esté donde está a los efectos de reportar sobre mi existencia y comportamiento cotidiano. Parece la típica espía de la época de la guerra fría. Si no fuera espía, sin duda sería un testigo de identidad reservada.

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