jueves, 4 de diciembre de 2014

55. El circo fue convocado por el enano mayor.



El imbécil de lengua geográfica y zapatillas rojas. La banda sonora llevaba taladros, clavos, martillos, y hasta palas, por si acaso. La rubia y su colaboradora se encargaron de los canapés de polenta. Algo tenía que haber para convidar a la concurrencia. El jefe vigilaba desde afuera por si llegaba el inspector. De las oficinas del edificio, y aun antes de abrir la puerta, caían los invitados: el sastre, la masajista, el contador árabe y seis notarios para dar fe. Los enanos del jardín de enfrente aparecieron con bandanas y pantalones de colores uno arriba del otro. Todo el mundo se rozaba dentro de la diminuta oficina. Los enanos sostenían el nivel mientras la masajista marcaba las crucecitas con un lápiz negro. Como apareció el dentista, le encargaron que se ocupara del taladro. El enano mayor se salía de sí mismo, ese era el día que tanto estuvo esperando. Disparaba órdenes prusianas que todos acataban a ciegas. El contador árabe dirigía la banda sonora sosteniendo los diplomas en alto para luego encastrarlos uno por uno. La colaboradora de la rubia frotaba los vidrios con una gamuza para sacarle brillo a los diplomas. El frenesí duró más de diez horas. A eso de la medianoche los dispersó una redada. Se sospecha que el del rifle no era otro que el inspector.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario